Concurso internacional de cómic y manga para estudiantes 2023:Texto para la categoría Obra basada en guion (ofrecido por pixiv)
—Cariño, quiero pedirte algo... Busca a personas que hayan sobrevivido y dales esta carta.
Esas fueron sus últimas palabras antes de cerrar los ojos.
Esos ojos que ya nunca se abrirán.
Guardé su carta en la riñonera y salí de casa.
—Hasta luego, mamá.
Ya había agotado su vida, pero aun así me dirigí a ella antes de dar la espalda a la casa.
Me embarqué en un viaje por la llanura, ahora convertida en desierto, en busca de un receptor para la carta... En busca de humanos.
Se dice que antaño la humanidad vivió una época dorada.
Pero un día, con el planeta ya erosionado por una humanidad ebria de su propia tecnología, un terrible cataclismo terminó con la mayor parte de la población.
Hubo supervivientes, pero las enfermedades, el hambre, la violencia y los suicidios mermaron aún más a la humanidad, hasta el borde de la extinción. Eso decía mamá.
Yo creía que mamá era la última humana, pero parece que ella opinaba diferente.
Por eso me confió su carta antes de cerrar los ojos.
La arena se arremolinaba mezclada con el viento.
Me froté la arena de los ojos y miré a lo lejos.
Había edificios en ruinas que apenas se asomaban entre la arena, pero para alguien nacido tras la práctica extinción de la humanidad como yo, era difícil saber qué tipo de construcciones eran.
Podrían interpretarse como la prueba de que un día hubo muchos humanos como mamá.
Aunque yo no lo tenía muy claro.
—¿Habrá supervivientes?
Lancé la pregunta al cielo vacío, que, naturalmente, no me dio respuesta.
Camino en silencio.
En busca de humanos que puedan quedar en alguna parte.
A decir verdad, no me importaba si realmente quedaban humanos o no.
Tan solo caminaba para cumplir la última voluntad de mamá.
Puede que fuera algo imposible de cumplir, pero yo igualmente caminaba.
Se lo debía a la persona que me dio la vida...
Proseguí mi camino a través del calor de los días y el frío de las noches.
Mientras mis piernas pudieran moverse, no iba a dejar de avanzar.
Tras varios amaneceres, terminé divisando una pequeña casa. Se me ocurrió que podía haber humanos ahí y me dirigí a ella.
Las paredes de la casa estaban formadas de piedras apiladas adheridas con barro, y en la entrada colgaba una gruesa tela.
—Disculpen. ¿Hay alguien?
Probé a saludar, pero nadie respondió.
Entré en la casa con suma precaución y observé cada rincón, pero apenas había nada.
En el suelo encontré cosas cuyo uso desconocía, como palos de metal o platos rotos. También había una pequeña mesa redonda, pero no tenía nada encima.
Parecía haber una habitación al fondo, así que me adentré hacia ella.
Al entrar en la habitación, mis pasos se detuvieron.
Había una persona allí.
Una persona sin vida.
Debió haber muerto hace bastante tiempo, puesto que ya solo yacía su esqueleto y su ropa.
Me pregunto cuántos años tendría... No parecía muy grande.
La ropa de hombre que vestía parecía traída de algún sitio.
Mamá solía reunir telas e hilos de edificios abandonados para tejer ropa, pero esta persona vestía prendas manufacturadas.
La curiosidad me empujó a probar el tacto de la ropa, pero se hizo polvo nada más tocarla.
Está completamente roída.
Cerré los ojos e hice una reverencia con la cabeza a la persona sin vida.
—Que descanse en paz.
Tras pronunciar mis palabras, tomé una tela de la cama y con ella cubrí sus restos.
Esa tela, por fortuna, era muy resistente y no se deshizo al manipularla.
Salí de la habitación y me dirigí a la salida.
Entre tanto, descubrí un espejo en la pared y fijé mi mirada en él.
Tras limpiarlo con una manga, reveló el reflejo de mi rostro.
Sombrero marrón, pelo azul, pupilas celestes y piel blanca.
Mi inexpresiva cara estaba sucia.
Limpié la arena de mi rostro con la mano y asentí.
—Vamos, hay que seguir.
Haber encontrado esa casa al menos me dio la prueba de que realmente habían quedado supervivientes.
Teniendo en cuenta que mamá era la única persona que había conocido, entrar en contacto con restos de otra persona suponía un gran avance.
Salí de la casa y emprendí de nuevo el camino.
Varias noches después, al fin hubo un cambio en el paisaje, que hasta entonces era mera arena.
—Y esto... ¿qué será?
Me acerqué para comprobar la identidad de algo que yacía sobre la arena. Era un pájaro.
Tenía un ala herida.
El color de su plumaje y la forma de su cabeza eran diferentes a las de los pájaros que me había enseñado mamá.
Pero no tuve dificultad en comprender que se trataba de un pájaro.
Ahora que lo pienso, creo que oí a mamá decir que hay muchos tipos de pájaro.
—¿Será de los que se comen?
Como si sintiera peligro en mis palabras, el pájaro comenzó a batir sus alas heridas desesperadamente.
—¡Era broma!
Extendí mi mano hacia el pájaro.
Aunque no tenía duda de que no comprendía lo que yo decía, por alguna razón no dejaba de hablarle.
Atrapé al pájaro, que no desistía en su empeño por escapar, y rasgué parte de mi manga para hacer una especie de cordón grueso.
Cuando cubrí su herida con él, el pájaro se calmó. Tal vez haya aliviado su dolor.
—Está bien, tranquilo... Que no te voy a comer.
Le acaricié la cabeza y él respondió entrecerrando los ojos. Parecía encantado.
Me preocupaba dejarlo solo, pero tampoco me parecía correcto pasearme con un animal salvaje, así que lo devolví a la arena.
Sin embargo, el pájaro me miró y pio reclamando mi atención.
—Es que... ¿no te gusta estar solo?
El sonido con el que me respondió me sonó de alguna manera a un "sí".
—No me dejas opción...
Tomé al pájaro, lo coloqué sobre mi hombro y me puse en marcha.
Pese a mis palabras, en realidad el apego que me mostró me hizo muy feliz.
El calor que emana de la vida me hizo sentir bien y aligeró mis pasos.
Además, era un pájaro listo y podía buscar su propia comida en forma de insectos entre la arena, por lo que no necesitaba ayuda.
Estaba encantado de haber encontrado tan buena compañía.
Justo al amanecer de la décima noche desde que conocí al pájaro, divisé otra casa.
Pero esta vez no era una casa pequeña como la de antes.
El pájaro, cuya herida había mejorado, empezó a aletear sobre mi hombro como si intuyera mi emoción por el descubrimiento.
—¿Habrá... personas allí?
Me puse en marcha hacia la casa.
Al acercarme a la casa, descubrí que había un pequeño huerto a su alrededor, con cultivos creciendo en pleno desierto.
Era fácil imaginar que la casa daba cobijo a algo con vida viendo los racimos sueltos de hierba que crecían por allí.
Me detuve a contemplar el huerto al aproximarme a la casa, pero de pronto oí un ruido que provenía de la puerta.
Cuando me volví hacia ella, vi a un hombre en la entrada.
Él, alto y con gafas, sonrió al verme.
—Visitantes... Qué sorpresa.
Tras murmurar eso, me invitó a acercarme con un gesto.
—Adelante, pequeño invitado. Eres bienvenido.
Respondí a su invitación acercándome a él en silencio.
—¡Un ser humano! Por fin... Toma esto.
Saqué la carta de mi riñonera y se la entregué. Él la tomó inclinando su cabeza.
Abrió el sobre frente a mí y extrajo el papel doblado que contenía.
—Una... carta.
El hombre extendió el papel y comenzó a examinarlo con atención.
—Estimada persona con vida: Disculpa esta petición tan súbita, pero yo ya no soy parte de este mundo y este pobre chico está solo. Por favor, deja que viva contigo. Sé que es egoísta por mi parte, pero te lo ruego.
Tras leer la carta en voz alta, el hombre me miró.
Tras fijar sus pupilas doradas en mí por unos instantes, se inclinó y se dirigió a mí.
—¿Seré yo la compañía adecuada para ti...?
Por su expresión, parecía estar ciertamente confuso.
¿Quién no lo estaría si de repente le confiaran el cuidado de un niño?
—A mí no me importa. Todo lo que tenía que hacer era darle la carta a una persona superviviente.
Mi respuesta hizo que su gesto se oscureciera.
—Lo siento, pero yo no soy humano.
Había un tono de pesadumbre en sus palabras.
¿Que no es humano? Mire por donde lo mire, sí que lo parece...
En mitad de mi confusión, me acarició la cabeza dulcemente.
—Soy un androide. Al igual que tú, vaya.
¿Un androide...?
¿Yo? ¿Este hombre?
¿Lo que yo soy se llama "androide"?
Ya veo. Soy... un androide.
—Vivo aquí pensando que tal vez algún día vendrá algún ser humano... Estoy intentando acondicionar esta zona para sustentar a posibles supervivientes. ¿Me ayudarás? Yo también empezaba a sentirme un poco solo.
Sus palabras desprendían amabilidad.
Algo me impedía mirarle a los ojos y bajé la mirada.
—Lo pensaré un poco.
Él asintió a mi respuesta.
—Entendido... Por ahora, pasa, límpiate la arena y tómate tu tiempo para pensar.
Acepté su invitación y entré en la casa.
Era muy espaciosa y limpia.
Enseguida me invitó a tomar un baño.
Tras asearme la cabeza y el cuerpo con agua, el hombre se ocupó de retirarme los granos de arena que aún quedaban.
Era sumamente atento y expresivo... Y, aun así, era un androide.
Después del baño, me mostró una habitación.
—Puedes descansar aquí. Yo voy un momento a repasar el huerto.
El hombre se marchó.
Me senté en la cama que había en la habitación y me puse a observar mis manos.
¿Estará bien quedarme aquí aunque no haya encontrado humanos...?
En mitad de mis preocupaciones, el pájaro comenzó a juguetear sobre la cama.
Seguí sumido en mis pensamientos mientras acariciaba al pájaro.
¿Qué era lo que mamá realmente quería...? ¿Que encontrara humanos?
No tenía ni remota idea de la respuesta a esas preguntas.
Pero... algo me decía que seguir viajando tampoco sería lo correcto...
Seguí debatiéndome entre dudas toda la noche.
Al día siguiente, el androide vino a mi habitación.
—Bueno, ¿ya te has decidido?
Yo asentí con la cabeza.
Había llegado a una conclusión después de una noche en vela.
Mi respuesta fue...
—Quiero esperar a que lleguen humanos aquí, contigo.
Esa fue mi decisión.
Puede que no fuera el deseo de mamá.
Pero pensé que si mamá no quería que estuviese solo, lo mejor era quedarme con aquel hombre.
Así que decidí esperar a que lleguen humanos aquí.
El hombre sonrió y extendió su mano.
Ese gesto se interpreta como una invitación a un apretón de manos.
—Encantado. Yo soy Adam, y a partir de hoy somos familia.
Esas fueron las palabras del hombre... De Adam.
Le di la mano a Adam y alcé la mirada.
—Yo soy Lime. Encantado.
Adam asintió y me acarició la cabeza.
Seguro que estoy sonriendo en este momento.
Me siento en paz.
Este es el camino.
Este es el camino. ¿Verdad, mamá?
El pájaro empezó a aletear sobre mi hombro y voló hasta la ventana.
Al otro lado de la ventana... ni Adam ni yo nos habíamos dado cuenta de que había una sombra caminando hacia nosotros en la distancia.
(Fuente: "Haikei, Inochi-sama ["Estimada persona con vida"]/Tachibana" del proyecto oficial de pixiv "Writing Support Project - Happy endings")